Ayer, tuvo lugar la presentación del libro «Niñ@s hiper», de Marino Pérez y J.Ramón Ubieto, en el maravilloso Ateneu de Barcelona. El acto fue organizado por el Copc, y en la mesa, además de los autores, participaron Ebbe Tizio (psicoanalista (ELP), docente de la Sección de Clínica de Barcelona u del Instituto del Campo Freudiano) y Coral Regí (Directora de la Escola Virolai). Enric Berenguer, president de l’Escola Lacaniana de Psicoanàlisi (ELP) excusó su ausencia e hizo llegar un escrito que leyó el moderador del evento, el Decano Josep Vilajoana.
Voy a hacer un resumen de lo dicho, puesto que suscribo todo lo que allí se fue comentando.
De la intervención de Ebbe Tizio, me quedo con la definición de Hiper como Exceso y de la paradoja que supone la Hiperactividad y el Hiperdiagnóstico, es decir, el exceso tratado por la vía del exceso. Tizio hizo mención también a las dificultades en la regulación de lo pulsional a través de los cuerpos, desapareciendo el sujeto como tal, si poder controlarse (desde los parámetros que corresponden a su edad, es decir, desde lo que se espera de él). También enfatizó una cada vez menor capacidad para tolerar la diferencia, que es expulsada, mediatizada..
Otro aspecto que señaló Tizio es que el casigo, en estos casos, no funciona, porque el sujeto desaparece y por tanto, lo importante es observar qué es lo que desregula a cada uno. Vivimos todos hiperactivos, y hay una clara falta de límites, con niños librados a su capricho, como los denominó Kant, en su momento, y que ahora viven en nuevas formas de desprotección en la abundancia por esta falta de límites.
Otro aspecto importantísimo al que aludió Tizio fue el de la categorización, que homogeneiza, y se trataría de ver cómo abrirnos a la diversidad. Pero para ello, dice, se necesita un adulto disponible, que no se quiera quitar de encima el «problema».
Carol Regí, desde su dilatada experiencia en el ámbito educativo, habló de la hiperparternidad, afirmando que los padres actualmente planifican la paternidad hasta límites insospechables y lo quieren tener todo controlado. Pese a la ventaja de tener niños que han sido muy deseados, nos encontramos con la poco realista meta de llegar al riesgo cero, con padres que están más preocupados que ocupados, y con un estilo de vida que no nos permite tener espacios para hablar.
Enric Berenguer, en su escrito, alude al fin de la infancia como la hemos entendido hasta ahora. Habla de cerebrización, de forclusión y de adiestramiento, que nos lleva a una gobernanza biopolítica, al discurso del Amo, a prácticas de dominio en términos de Focault. El amo cerebral, dice, forcluye la ley.
Marino Perez, uno de los autores, coautor de otro gran libro escrito con Fernando García de Vinuesa (Volviendo a la normalidad), explicó que considera que hay una relación entre todas estas cuestiones que están ocurriendo en la infancia y la infantilización de los jóvenes universitarios. Se produce lo hiper pero también lo hipo, en el sentido de que se les sobreprotege por considerarlos más vulnerables de lo que quizás son, llegando a la Universidad como «adultoscentes».
J. Ramón Ubieto, en su intervención, señaló un aspecto fundamental desde mi punto de vista: No se puede pensar un síntoma sin un sujeto. El cerebro no es un sujeto, si pensamos el síntoma sólo desde el cerebro, estamos eliminando al sujeto y tratándolo como un objeto. Los niños y adolescentes, afirma Ubieto aludiendo a un informe de la ONU del 2015, se inician en el sexo a través del porno. Y recogiendo la idea de Regí sobre la búsqueda del riesgo cero, terminó su intervención interpelándonos a preservar la infancia de la ilusión del déficit cero, y haciendo una simpática reivindicación, consistente en conseguir que se apruebe una ley sobre «el derecho a fracasar».
Desde la fila cero y desde el público en general hubo aportaciones muy interesantes. Se habló del Miedo a la conversación, de que parece que todo tiene que ser divertido, no interesante, en el ámbito educativo, de que hoy en día se consideran adolescentes hasta los 23 años, pero que esto es de día, porque de noche, parece lo contrario, actúan como si fuera más mayores desde muy jovencitos. Alguien del público dijo una frase que me pareció brillante: «A niños especiales, sólo les pueden tocar adultos especialistas», en referencia a esta tendencia a considerar a los hijos como especiales, como si no lo fueran todos los niños en general, por el hecho de ser niños. Se cuestionó también si no hay una hipereducación en la sociedad, si los adultos también nos estamos exigiendo mostrarnos antes los niños como quienes saben de todo, y se volvió a señalar la necesidad de encontrar para ellos interlocutores adultos válidos. Una pediatra en la sala dijo: «los médicos tenemos miedo a la conversación con los niños, y con los adolescentes todavía más».
Sin duda, estamos ante un momento complicado para la infancia, donde se sobre diagnostica a los niños de Hiperactivos y de déficit de atención, que paradójicamente, es lo que le pasa a nuestra sociedad, a los adultos, que llevamos una vida totalmente hiperactiva, sin espacios para Atender, sin espacios en los que también ser atendidos. Tenemos que poder mirar al sujeto, como decía Ubieto, para abordar el síntoma de manera particular, sin la generalización que conlleva una categoría diagnóstica, sin la medicalización que conlleva mirar hacia otro lado, a costa de los protagonistas del futuro, y no lo olvidemos, del tesoro más valioso que tenemos, los niños.